Duerme la ciudad y una muchacha negra entra en el
bar. Por aquí todos, escasa y heterodoxa clientela, están bien
despiertos. Se han apagado ya las encendidas soflamas (empezaron a la hora en
que se iban encendiendo las luces de la
ciudad) al excelso juego del Madriz. Este Ajax de ahora, cuyo difuminado
olor de otros tiempos (todo está tan limpio…) _, los de nuestras abuelas, muy probablemente
mejores- aún puede encontrar la nariz
experta entre esos vapores londinenses a nº1, no aguanta comparación alguna con
el héroe de Salamina, hijo de Peribea y Talamón, y cuyo
primo no se cuenta hoy entre las filas de Soldados del
otrora rey. Muy pronto encuentran pues su talón las hordas cristianas que con
inequívoca fe lo toman por el misionero galateo que convirtió en paganos a los
arrianos: este no es el Gran Ajax .
Ahora nos
conocemos todos, allá cada cual con sus filiaciones (no soy del Madrid como no
soy de Cacique). Ajax se ha suicidado: no hay deshonra pero no es menos cierto
que ha luchado, y en vano, contra
animales bien domesticados.
No hay mujeres (la
muchacha negra ni era tan negra ni tan muchacha) y se ha acabado el futbol
(persiste ese aroma de conífera salubridad, tal vez sólo fingida, q hace q todos, sin excepción, nos
volvamos a mirar hacia la puerta q sospechamos falsamente entreabierta: el bosque está ahí tan… cercano) y el
deporte rey une _o por lo menos acerca_, luego: toca hablar de estos tiempos modernos. De política y economía. Uno quiere pensar q es
lo mismo, q ya todo es igual.
Seguimos cada
cual con su pelotazo ACS propio. Aún no respiramos la germanor necesaria para asumir los costos de la ronda nocturna. Quizás es sólo q los bolsillos, los nuestros, los de todos, están limpios también. Suena Dire
Straits cuando hago, yo, el menos
indicado, ademán de invitar a la
concurrencia. Es entonces cuando se pone
de manifiesto la diferencia de clases.
Paga el gran Gatsby (otro cacique
y lo q quieran los señores) haciendo amplia ostentación de su poder económico
y mostrando un perfil de acuñación (más falso q un duro sevillano) q recuerda vagamente al del olvidado Alan
Ladd.
Suave es la noche (¿otra vez tú, Francis?) en su fugaz tránsito hacia la madrugada. Meteórico bajar
de persianas (¿y a quién le importa?)
mientras deambulamos entre vasos q ya no son nuestros porque no pudimos
pagarlos persiguiendo el espejismo de un
mundo mejor, no feliz, mejor
simplemente, aquello q creíste soñar y
q en realidad fue lo que te conté
mientras te hacías la dormida, todo eso q niega la luz del sol que ya
despunta y que no es otra cosa que la
cruda realidad porq ninguno de nosotros sabe cómo cocinarla para
desayunar.
Amanece que no es poco, o eso dicen. Los
días que pasan, las luces del alba. Esmorzar de forquilla, se me antojan
chipirones. Encebollados para más señas. Y entonces sí: cada día sale el sol…
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