miércoles, 28 de septiembre de 2011

Amanece...


      Duerme la ciudad y una muchacha negra entra en el bar. Por aquí todos,  escasa y heterodoxa clientela, están bien despiertos. Se han apagado ya las encendidas soflamas (empezaron a la hora en que se iban encendiendo las luces de la ciudad) al excelso juego del Madriz. Este Ajax de ahora, cuyo difuminado olor de otros tiempos (todo está tan limpio…) _, los de nuestras abuelas, muy probablemente mejores-  aún puede encontrar la nariz experta entre esos vapores londinenses a nº1, no aguanta comparación alguna con el héroe de Salamina, hijo de Peribea y Talamón,  y  cuyo primo no se  cuenta hoy entre las filas de Soldados del otrora rey. Muy pronto encuentran pues su talón las hordas cristianas que con inequívoca fe lo toman por el misionero galateo que convirtió en paganos a los arrianos: este no es el Gran Ajax .

     Ahora nos conocemos todos, allá cada cual con sus filiaciones (no soy del Madrid como no soy de Cacique). Ajax se ha suicidado: no hay deshonra pero no es menos cierto que ha luchado, y en vano,  contra animales bien domesticados.

     No hay mujeres (la muchacha negra ni era tan negra ni tan muchacha) y se ha acabado el futbol (persiste ese aroma de conífera salubridad, tal vez sólo  fingida,  q hace q todos, sin excepción, nos volvamos a mirar hacia la puerta q sospechamos falsamente entreabierta: el bosque está ahí tan… cercano) y el deporte rey une _o por lo menos acerca_, luego:  toca hablar de estos tiempos modernos. De política y economía. Uno quiere pensar q es lo mismo, q ya todo es igual.

    Seguimos cada cual con su pelotazo ACS propio. Aún no respiramos la germanor  necesaria para asumir los costos de la ronda nocturna. Quizás es sólo q los bolsillos, los nuestros, los de todos, están limpios también.  Suena Dire Straits cuando hago, yo,  el menos indicado,  ademán de invitar a la concurrencia.  Es entonces cuando se pone de manifiesto la diferencia de clases.  Paga el gran Gatsby (otro cacique y lo q quieran los señores) haciendo amplia ostentación de su poder económico y mostrando un perfil de acuñación (más falso q un duro sevillano) q recuerda vagamente al del olvidado  Alan Ladd.

     Suave es la noche (¿otra vez tú, Francis?) en su  fugaz tránsito hacia la madrugada. Meteórico bajar de persianas (¿y a quién le importa?) mientras deambulamos entre vasos q ya no son nuestros porque no pudimos pagarlos persiguiendo el espejismo de un mundo mejor, no feliz, mejor simplemente, aquello q creíste soñar  y q en realidad fue lo que te conté mientras te hacías la dormida, todo eso q niega la luz del sol que ya despunta y que no es otra cosa que la cruda realidad  porq  ninguno de nosotros sabe cómo cocinarla para desayunar.

     Amanece que no es poco, o eso dicen. Los días que pasan, las luces del alba. Esmorzar de forquilla, se me antojan chipirones. Encebollados para más señas. Y entonces sí: cada día sale el sol